[Micro] Urbanismo [1]


Existe una marea de pequeñas intervenciones emplazadas en el seno de barrios y comunidades. Estas configuraciones han germinado de forma no oficial[2], a partir de los propios deseos de los habitantes barriales por colonizar sus espacios próximos, adaptándolos a sus inquietudes y necesidades. Según lo anterior se presenta aquí una escala de apropiación pequeña y que en apariencia podría parecer anónima.
Estas [micro] intervenciones, sin lugar a duda logran significar los [micro] mundos de la vida cotidiana como espacios necesarios, donde culturalmente crece y se fortalece la identificación de estos habitantes con el espacio abierto.
De este modo, surgen dos ideas básicas, por un lado, el advenimiento del disfrute colectivo y por otro, la masificación de las relaciones comunitarias a partir de pequeñas apropiaciones. El presente escrito pretende de una forma propositiva y abierta reflexionar sobre este fenómeno, que a priori llamaremos [micro] urbanismo.


Alejándose del espacio público que atiende a la escala de la ciudad, nos encontramos en plenitud con los barrios y por ende con los [micro] mundos de la vida cotidiana. Dentro de estos mundos existen espacios imprecisos que denotan signos de aprobación, es decir huellas que demuestran uso y goce por parte de los habitantes. Estos espacios son parte de su experiencia diaria y aparecen como una escala más cercana, más íntima, pero donde siempre prevalece la esfera de lo colectivo[3].
Esta mirada nos aparta de los modelos más recurrentes con los cuales se suelen identificar los espacios públicos barriales: canchas deportivas, plazuelas o juegos infantiles, pues contrariamente nos hacen mirar en aquellos lugares donde las manos de las propias comunidades han logrado intervenir. De esta forma, adecuando, conquistando, re-definiendo, en fin exteriorizando nuevas lecturas sobre los retazos de la ciudad previamente planificada.
Estas intervenciones recrean una serie de acontecimientos a veces impredecibles donde la implicación y la complicidad son los motores de su construcción.  Por ejemplo: Plazas mínimas hechas a partir de algún material trivial pero dispuesto de forma que prime la conversación, canchas deportivas efímeras donde el juego dura hasta el paso eventual de un automóvil,  pequeñas bancas dispuesta en los portales de las viviendas, [micro] jardines cuidados por los propios vecinos, refugios bajo la sombra de generosos árboles, retazos convertidos en [micro] plazas gracias a piedras, balnearios fugases donde el agua brota de algún grifo adulterado, sombreaderos configurados a partir de la fragilidad de la ramada, en fin una sumatoria de arquitecturas abiertas que construyen otra trama en barrios y villas.

Paradójicamente estas intervenciones son ilegitimas, pues desde un punto de vista normativo la apropiación sobre un bien de uso público, es decir sobre el espacio público, no corresponde a las comunidades ni a las personas naturales, sino al Estado[4].  Así dichas intervenciones quedan relegadas a la urgencia, a la carestía y a la ilegitimidad.
En fin, teniendo en cuenta sus cualidades y calidades, estas intervenciones debelan su cuerpo de espontaneidad y un innegable compromiso con el espacio colectivo. Su materialización a partir de lo disponible sublima lo necesario y logran, aunque carentes de planificación, ser efectivas en la conquista de lo público.
Estas intervenciones no encajan estrictamente con el análisis morfológico de la ciudad, pues no comienzan por reconocer tramas ni ejes, ni están a disposición de llenos o vacíos. Pensamos por el contrario que este espacio [micro] urbano actúa bajo condiciones distintas, las cuales se acercan a la condición de campo[5]. Son la combinación de múltiples estadios y experiencias simultáneas: un sistema multi-capa progresivamente diversificado, producido por realidades diversas, a–continuas, donde las relaciones priman sobre la materia (Allen, Stan 2004). Así se promueve una suma de experiencias individuales que actúan conformando la marea pública de la que hacemos mención en las primeras líneas de este escrito. Un dibujo de acciones y energías que brotan a partir del acopio de algún material donde se convierten en dispositivos simples[6] y mínimos, conformando un rico mapa de acontecimientos públicos.
El [micro] urbanismo, entonces, no funciona como una manifestación pre-figurada, tampoco como una idea fuerza pues no es un partido general. No se produce desde un tablero de dibujo ni desde un ordenador, ni siquiera desde la cabeza del diseñador, pues el [micro] urbanismo funciona como una consolidación de acontecimientos, a veces pasajera y generalmente apoyada en una pre-existencia. El [micro] urbanismo no pone nada que no se haya evidenciado con anterioridad o que no nazca de los deseos propios de las comunidades. Este espacio funciona y evoluciona tanto cuando hay consenso como cuando hay discrepancias, porque no es un proyecto, sino que procede como manifestación de la  voluntad de un barrio o una vecindad. El [micro] urbanismo concede a las voluntades de los grupos y recurre a lo pequeño, barato y disponible, no por ser menor su utopía ni su impacto, sino porque esto le permite cambiar, crecer y madurar e incluso morir cuando esto es necesario. Este [micro] se parece a los acontecimientos de la resistencia social.
Lo anterior evidencia que el eventual conocimiento de sus procedimientos serviría como estrategia de colonización, como tácticas de posicionamiento y como elementos catalizadores[7] de los procesos públicos del barrio. Por ende, estudiar la calle, el cuerpo, la reunión esporádica, abordando la comprensión de estas [micro] intervenciones, del acontecer cotidiano, de su posibilidad de vitalización, configuraría un escenario distinto para aquellas propuestas que se interesen por la vida pública de estas extensas áreas residenciales que hoy aumentan nuestras ciudades.
“Las distintas apropiaciones del espacio no deben entenderse en términos de una competencia entre dos proyectos alternativos, el institucional y la resistencia, sino como el resultado de interacciones sociales que ocurren en el espacio vivido y que pueden dar lugar a diversos significados y propósitos” (De Certeau, 1984).
Lo que en definitiva importa es la falta de reconocimiento de estos aspectos, es decir nuestra cultura los asumiría como apropiaciones precarias y no serian reconocidas como parte de habilidades del dominio público, o finalmente como conocimiento de la proyectación de nuevos espacios públicos. Aquí es fundamental entender el valor público como motor institucional.
Así el [micro] urbanismo convertido en proyecto, busca emancipar prácticas y conductas inconscientes o desprogramadas de apropiación del espacio público, liberándolo de las restricciones de la planificación tradicional y de sus ya conocidos limites. Surgiría así la posibilidad de otro tipo de aproximación a la ciudad, donde se abre el estudio hacia los interés públicos mas elementales, logrado a partir de tomar partido en la esfera de lo colectivo pero esta vez sin límites, para desde allí  proyectar futuros convergentes, desde la pequeña vida de barrio hasta alcanzar el espacio público de la propia ciudad.

Bibliografía:
Allen, Stan. Condiciones de Campo, Quaderns d'arquitectura i urbanisme, Barcelona,  España ISSN 1133-8857, Nº. 241, 2004, Págs. 22-35, texto original,  Allen, Stan, Points + Lines, Diagrams and Projects for the City, Princeton Architectural Press. New York, 1999.

De Certeau, M. (1984). The practice of everyday life. Berkeley: University of California Press.  

Detienne Marcel. (ed), Traces de fondation, Peeters, Lourian, Paris, 1990.

La Varra, Giovanni, «Post-it city: los otros espacios públicos de la ciudad europea», dins: diversos autors, Mutaciones, actar / arc en rêve centre d’architecture, barcelona 2001, p. 426- 431

Ordenanza General de Urbanismo y Construcción de  Chile, biblioteca del  Congreso de la Republica, www.bcn.cl, o MINVU, recuperado de www.minvu.cl/aopensite_20070223152342.aspx

Sola  Morales, I. Lugar: permanencia o producción, en Diferencias. Topografía de la arquitectura contemporánea. Ed. G.G. 1995. Barcelona.
La Varra, Giovanni, «Post-it city: los otros espacios públicos de la ciudad europea», dins: diversos autors, Mutaciones, actar / arc en rêve centre d’architecture, barcelona 2001, p. 426- 431




[1] (Micro) urbanismo también el tema de indagación del Taller de tercer año de Escuela de Arquitectura Universidad de Talca y constituye un ejercicio cuya primera intensión es revisar con los alumnos el concepto de espacio público contemporáneo. http://www.microurbanismo.blogspot.com/
[2] Como lo ha definido Giovanni La Varra, como ciudades ocasionales: “Un dispositivo de funcionamiento de la ciudad contemporánea que concierne a las dinámicas de la vida colectiva fuera de los canales convencionales”.
[3]  Marcel Detienne, desde la antropología, ha planteado la cuestión de qué es un lugar. A través de una encuesta, a lo largo de las diversas culturas actuales o históricas se cuestiona la facilidad heideggeriana con la que se postulaba la existencia y la necesidad de estos puntos fijos capaces de organizar el espacio y la memoria.

[4] Según la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción de  Chile el espacio público se define: como un bien nacional de uso público, destinado a circulación y esparcimiento entre otros. Así  su condición de bien nacional de uso público,  confiere  la capacidad de actuación sobre él solamente al Estado.

[5] Stan Allen a explicado que Las condiciones de campo se mueven de la unicidad a la multiplicidad, de lo individual a lo colectivo, de objetos a campos. En su manifestación más compleja, el concepto de condiciones de campo se refiere a teorías de campo matemáticas, a dinámicas no lineales, y a simulaciones de cambio evolutivo hechas por computadora. Sin embargo, mi entendimiento de las condiciones de campo en arquitectura es en cierta forma distinto a su significado más exacto en las ciencias físicas. Pretendo que la frase resuene con un sentido más táctico, como lo haría para un antropólogo o un botánico involucrado en el ¨ trabajo de campo ¨, para un general enfrentando el campo de batalla, o para el arquitecto que advierte al constructor ¨verificar en campo¨.

[6] “Desde mil lugares distintos sigue siendo posible la producción del lugar. No como el desvelamiento de algo permanentemente existente sino como la producción de un acontecimiento. No se trata de proponer una arquitectura efímera, instantánea, deleznable y pasajera. Lo que se defiende en estas líneas es el valor de los lugares producidos por el encuentro de energías actuales, gracias a la fuerza de dispositivos proyectuales capaces de provocar la extensión de sus ondulaciones y la intensidad del choque que su presencia produce.” (Sola-Morales, 1995)

[7] Se entiende catalizador como se entiende desde la ciencia química, como acelerador de procesos, permaneciendo éste mismo inalterado.